La mentira de la transparencia en las empresas

 

Vivimos en la era de la transparencia radical, pero algunos aún no se han enterado.

La pasada semana descubrimos un nuevo, y escandaloso, ejemplo de esta doble moral que tan bien manejan algunas organizaciones.

La empresa energética española Iberdrola decidió ocultar, de las búsquedas que hacemos en internet, la página a través de la que se deben realizar los cambios de tarifa.

[En España, con la subida de los precios del gas, hay una recomendación unánime de las asociaciones de consumidores en favor de la tarifa regulada, cuyo precio es de 0,069 €/kWh, frente a la tarifa libre que en ocasiones llega incluso a triplicar este precio].

Nos enteramos gracias al abogado especializado en tecnología Samuel Parra.

[Aquí puedes ver el hilo completo]

Y el tema no se entiende muy bien.

Porque si revisamos la web de Iberdrola, esta sí funciona perfectamente, la empresa ha publicado en 2022 el primer Informe de transparencia del sistema de cumplimiento, siendo la primera empresa del IBEX en abordar un estudio de estas características. Es un paso más en el compromiso de la compañía para la implantación y la mejora continua de un sistema de ética y cumplimiento robusto y reafirma un modelo empresarial respetuoso con los derechos de los clientes (…).

Este tema, menor sin duda, se les debe haber pasado.

El resto de las grandes empresas energéticas, en un corporativismo que siempre tiene al cliente como víctima, también hacen lo que pueden para evitar que el consumidor cambie de tarifa. Porque, a mayor ahorro del consumidor, menor beneficio para mí.

Hay sectores que parecen seguir viviendo en otro tiempo.

El mundo camina en una dirección y ellos, sin complejos, en la contraria.

Como consumidores, como clientes, como ciudadanos, tenemos la posibilidad de cambiar determinadas conductas.

¿Cómo? Con la elección de aquellas empresas que, además de ofrecer buenos productos o servicios, traten a sus clientes con respeto.

O, en último término, con aquellas que directamente no te llamen tonto.


Ilustración: Freepik

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