Con la llegada del nuevo año, los deseos se disparan.
El tiempo, sin embargo, se encarga de devolver -la mayoría de las veces y no sin cierta crueldad- estas ilusiones a la realidad.
La demanda ciudadana de transparencia -decir mayor sería una hipérbole injustificable- en instituciones y partidos políticos es uno de esos propósitos que (casi) todo gobernante se hace pero, salvos honrosas y contadísimas excepciones, nunca aplica. La clave: no se trata de comunicación, de trasladar nuestros propósitos, de vender una apertura y ofrecer una colaboración a los ciudadanos.Se trata de una actitud, sincera y comprometida. Sin ella, no hay ninguna posibilidad de éxito.La evolución más reciente de esta cuestión en España -que se puede consultar en una entrada anterior de este blog– sería:
- Ley de Transparencia. Incluida en el programa electoral del PSOE con el que concurrió y venció en las elecciones generales de 2008. Nunca se aprobó.
- Nueva promesa de Alfredo Pérez Rubalcaba, ya como candidato a la presidencia del Gobierno. Nunca se materializó.
- Ley de Transparencia. Incluida en el programa electoral del PP con el que concurrió y venció en las elecciones generales de 2011, recientemente celebradas. A la espera.
En este último caso, los plazos lógicamente obligan a ser prudentes pero las actitudes, no tanto.
Mal empezamos. Si ese es el nuevo espíritu del gobierno de España en materia de transparencia, casi mejor que no legislemos.
No está mal, tras 36 años de reinado. Y no lo hace por vocación de servicio y un sentimiento sincero, lo podría haber hecho mucho antes, sino impelida por la situación actual.
En este sentido, el tradicional discurso del Rey de España, en Nochebuena, cabe interpretarse -a pesar de las grandes loas que se han podido leer en la prensa estos días- como una nueva ocasión perdida, también en cuanto a la transparencia:
Junto a la crisis económica, me preocupa también enormemente la desconfianza que parece estar extendiéndose en algunos sectores de la opinión pública respecto a la credibilidad y prestigio de algunas de nuestras instituciones.
Necesitamos rigor, seriedad y ejemplaridad en todos los sentidos. Todos, sobre todo las personas con responsabilidades públicas, tenemos el deber de observar un comportamiento adecuado, un comportamiento ejemplar.
Cuando se producen conductas irregulares que no se ajustan a la legalidad o a la ética, es natural que la sociedad reaccione.
Afortunadamente vivimos en un Estado de Derecho, y cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley. La justicia es igual para todos.
No debemos, sin embargo, generalizar los comportamientos individuales, so pena de cometer una gran injusticia con la inmensa mayoría de servidores públicos, y también de empresarios o trabajadores del sector privado, que desarrollan su labor de forma ejemplar y honesta.
De lo contrario, se podría causar un grave daño a instituciones y organizaciones que son necesarias para la vertebración de nuestra sociedad.
A pesar de mi predisposición natural, creo que en este punto no se impone el optimismo.
¿Qué cabe esperar de unos partidos e instituciones que ven la transparencia, la apertura, la colaboración ciudadana… como una amenaza, en lugar de como una excelente oportunidad?
————————
Enlaces relacionados:
Y en este mismo blog:
Please follow and like us: