El compromiso en el seno de una empresa debería ser como la comunicación, una carretera de doble sentido.
El contrato emocional que ha de establecerse entre la organización, sus responsables, y los empleados debe constituirse como el marco necesario para garantizar su buen funcionamiento.
Y este camino es, sin duda, largo y complicado. Requiere firmeza en la conducción, habilidad para coger las curvas, no sentirse tentado por los atajos y un vehículo y un conductor adecuados.
En línea con lo apuntado por un reciente artículo en Ragan (Let’s smash 5 pervasive employee engagement myths), me gustaría apuntar algunas recetas básicas para lograrlo
- El primero y principal: hay vida más allá del trabajo. Sé flexible, facilita el equilibrio personal/profesional de los empleados, ofréceles libertad. Te ganarás su respeto y confianza.
- En tiempos como los actuales aún más, favorece la autonomía y disculpa los pequeños errores. El crecimiento personal y de la propia organización te darán la razón.
- Ten siempre dispuesto un canal de comunicación: para ofrecer realimentación (feedback), corregir errores, dar ánimos, felicitar… Y para recibir las impresiones de los empleados y actuar en consecuencia.
- Cada vez más, la formación continua es un valor de la organización y un enorme atractivo para los empleados. Hoy debería ser casi obligatoria en determinados ámbitos. Toma la iniciativa y facilítala. Inicia una dinámica que satisfará a los empleados y favorecerá a la empresa.
- Los incentivos (promociones, aumentos de sueldo, bonus…) tienen una corta vida. A nadie le amargan, son de hecho un buen acompañamiento, pero nos adaptamos rápido a los cambios, especialmente si son positivos. Es más, si no se manejan con tiento pueden resultar contraproducentes (al ser asumidos como una práctica habitual en los años siguientes).
- Apostemos, mejor, por crear un entorno que favorezca la igualdad de oportunidades, premie la innovación, atraiga el talento y ofrezca la inspiración suficiente para que cada proyecto se viva como un reto personal y una contribución al éxito colectivo.
Porque, al final, el compromiso ha de ser una responsabilidad compartida entre empresa y trabajador.
Lo que vemos a diario, sin embargo, es que la mayor parte de las organizaciones no hace lo suficiente o directamente actúa en favor de la insatisfacción de sus empleados, sin ser consciente de que cada acción es una palada en su propia tumba.
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Fotografía: Unsplash