Vivimos «en un mundo donde la única certeza es la certeza de la incertidumbre», Zigmunt Bauman
Y si hay un ámbito donde los cambios se suceden sin pausa, ese es el de la comunicación.
No hace falta dedicarse a ello profesionalmente, en nuestra parcela personal vemos cómo la forma en la que nos relacionamos con otras personas ha variado completamente en unos años.
La formación y el crecimiento profesional han evolucionado de forma paralela.
La tradicional figura del maestro, esa persona que acumulaba unos vastísimos conocimientos sobre determinada materia, está en declive. Básicamente, porque en muchos ámbitos ya no es posible haber acumulado una larga experiencia; nuestro conocimientos se actualizan (o deberían) al ritmo de un entorno que no se detiene.
La maestría, especialmente en entornos como la #comunicación, ha pasado de la experiencia y el conocimiento acumulados al aprendizaje diario Clic para tuitearNo ya el éxito, la mera supervivencia como profesional de la comunicación pasa hoy día por el aprendizaje continuado.
La supervivencia como profesional de la #comunicación pasa hoy día por el aprendizaje continuado Clic para tuitearY las fuentes también han variado. Los entornos cerrados, codificados, estrictamente académicos… se han abierto y debemos buscar inspiración y mentores en otros ámbitos, ya sean clientes, organizaciones, públicos, usuarios…
Contaba Joaquín Lorente en su obra Piensa, es gratis:
Cuando creía que tenía el eje de una línea de comunicación para una marca (su mensaje básico, su eslogan y una línea visual), se la comentaba a la señora María, la asistenta de mi casa, y a Mario Núñez, un mensajero de mi agencia, un ser humano divertido, profundo e inmensamente digno.
La vida de ambos era llanamente dura: nóminas pequeñas, trabajo rasposo, estudios mínimos… y un olfato de conejo despierto y aterrorizado que olía la realidad antes de que aconteciera.
Ellos eran mis primeros clientes. Si lo que les explicaba lo entendían, les gustaba y, sobre todo, les convencía, había línea de campaña (…). Pero si tras mi explicación, encogían la nariz, me miraban con preocupación y me decían… “Eso no lo entiendo”, su dictamen era determinante: había que volver a empezar.
Recuperemos esa inocencia de sorprendernos, de buscar otras fuentes de inspiración, de no dar casi nada por supuesto…
Quizá todo pase por retomar la sencillez, el sendero de lo simple y de fiarnos de cualidades tan profundamente humanas como la empatía.
Porque,
El futuro ya está aquí, solo que no está uniformemente distribuido, William Gibson.
Y quizá aún no nos hemos dado cuenta.
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