Un estudio de la consultora Right Management, recogido por la revista electrónica Tendencias 21, evidencia el escaso interés que las empresas muestran por la motivación de sus empleados, ya que sólo el 18% de las compañías objeto de esta investigación afirman responsabilizar a los líderes de sus organizaciones del compromiso de los empleados con la empresa.
En una época como la actual en el que parece que estamos redescubriendo valores como la competitividad y la productividad, llama poderosamente la atención cómo este debate se sigue centrando, casi exclusivamente, en cuestiones salariales y contractuales.
Al margen quedan aspectos como la comunicación interna, una herramienta estratégica que requiere escasos esfuerzos, en comparación con los beneficios, también económicos, que genera.
La mayoría de las empresas, sin embargo, siguen sin plantearse -ignoro si por desconocimiento, pereza o falta de voluntad- la introducción de una política de comunicación interna que apoye su estrategia general y la ayude en sus objetivos generales.
Un breve catálogo de las innumerables ventajas que ofrece incluye:
- Permite a la organización mantener la coordinación entre sus partes.
- Se constituye como un instrumento de cambio que permite el desarrollo, aceptación y asunción de una serie de valores y objetivos.
- Estimula la creatividad y la colaboración.
- Reduce el nivel de tensiones y conflictos.
- Incrementa la satisfacción en el trabajo, el compromiso personal y la mejora del clima laboral.
- Incide en el aumento de la productividad y en la reducción de los costes.
En este sentido, el Centro de Estudios Financieros (CEF) publicó en marzo de 2010 un estudio sobre las 10 toxinas o comportamientos nocivos que más afectan a las organizaciones. La mala comunicación interna figuraba en primera posición con un 62% de las opiniones, seguida de otros aspectos como la desmotivación de los empleados (51%) o los rumores (32%).
Comportamientos, todos ellos, a los que sería muy sencillo enfrentarse con un plan de comunicación interna correctamente diseñado.
Entonces, ¿a qué esperamos para ponerlo en práctica?