Contrariamente a lo que pudiera pensarse, la rumorología es un auténtico cáncer con capacidad para corroer las entrañas de cualquier organización.
De hecho, de acuerdo con un estudio realizado por el Centro de Estudios Financieros, los rumores son uno de los 10 aspectos «que más intoxican, envenenan o perjudican a las empresas».
En muchas ocasiones, se interpreta como una amenaza externa cuando la mayor parte de los rumores surgen de la propia organización. Y como en otros muchos casos, el antídoto existe.
Las circunstancias económicas actuales revelan, también en este ámbito, una gran paradoja: cuando más necesaria es la apuesta por la comunicación como herramienta estratégica, en más ocasiones se prescinde o se reduce su utilización.
Esta miopía de las organizaciones se traduce, a nivel interno, en unas estructura hueras que -como los zombis de The walking dead– conservan algunas constantes que les permiten moverse por inercia pero apenas tienen actividad cerebral.
La cáscara externa se mantiene pero, en el interior, el clima laboral se degrada hasta afectar a la motivación, la creatividad, el compromiso… por no hablar de otros aspectos absolutamente medibles como el absentismo o la productividad.
Y como en muchos otros aspectos relativos a la comunicación, el elemento más importante es la anticipación: comunicar, comunicar y comunicar; optar por la transparencia como estrategia y no como táctica y sobre todo apostar por la empatía (ponernos en la piel del otro y analizar de qué y cómo nos gustaría que nos informaran).
Una empresa que se haya ganado un elevado nivel de credibilidad, interna y externa, disfruta siempre un escudo frente a cualquier contingencia.
Si pese a todo, surgen los rumores y amenazan a la organización quizá sea útil acudir a los consejos que ofrecía Luis Arroyo recientemente en su blog. [Enlace ya no disponible].
