Los recientes movimientos ciudadanos en favor de un cambio en el sistema democrático español no solo se dirigen a los políticos sino que abarcan al conjunto de la sociedad española, desde los sindicatos, al sistema financiero o la monarquía.
Lástima que la respuesta de los aludidos haya sido en todos los casos la misma: hacer caso omiso de un clamor que señala culpables y, lo que es más importante, muestra el camino para realizar reformas absolutamente necesarias.
Y eso que «solo» era preciso escuchar y tener una mínima sensibilidad y capacidad de empatía para comprender que las reivindicaciones parecen tan razonables como imperativas para reforzar el sistema en su conjunto.
El problema surge cuando algunos de estos actores lo perciben como lo que es, un debilitamiento de sus tradicionales privilegios, fruto de su incapacidad de adaptar las instituciones y sus representantes a las circunstancias de su tiempo.
El último capítulo lo hemos vivido con la monarquía y su nefasta gestión comunicativa, en forma de censura.
Al contrario de lo que dicta el sentido común y los buenos usos de la comunicación (transparencia, empatía, tomar la iniciativa y huir del silencio, ver en la crisis una oportunidad…), la casa real se ha lanzado a tumba abierta en la dirección contraria: control, opacidad, censura, elusión de la responsabilidad…
A pesar de la rectificación posterior, se siguen perdiendo oportunidades. Y a algunos quizá nos les dé para una segunda oportunidad.
¡Una pena!
Enlaces relacionados:
- Mensaje a la clase política española:
- ¿Queremos oír el mensaje del 15 M?, de Iñaki Gabilondo.
Y en este mismo blog: