¿Implica mayor información, necesariamente, menor conocimiento?

 Leía los dos artículos que dieron origen a esta entrada, curiosamente, el mismo día y en el mismo medio (los que figuran al pie como Enlaces relacionados).
Desde ámbitos absolutamente distintos se planteaban los cambios que Internet y el uso de las nuevas tecnologías estaban causando en nuestro cerebro y en la forma en la que nos aproximamos al conocimiento.
Mario Vargas Llosa expresaba, a partir de la lectura del último libro de Nicholas Carr (Qué está haciendo Internet con nuestras mentes), sus temores sobre estos efectos que la «inteligencia artificial» nos causa, cuando «soborna y sensualiza a nuestros órganos pensantes, los que se van volviendo, de manera paulatina, dependientes de aquellas herramientas, y, por fin, en sus esclavos».
E incluso citaba al profesor de la Universidad de Florida Joe O’Shea, quien haciendo caso omiso de la etimología de la disciplina que enseña y del sentido común afirma: «Sentarse y leer un libro de cabo a rabo no tiene sentido. No es un buen uso de mi tiempo, ya que puedo tener toda la información que quiera con mayor rapidez a través de la Web. Cuando uno se vuelve un cazador experimentado en Internet, los libros son superfluos».
Menos mal que otros expertos en disciplinas más próximas al método científico que la filosofía, que me perdone el gran Fernando Savater, diluyen estos temores apocalípticos:  
«Desde que llegaron los móviles ya nadie se acuerda del número de teléfono de nadie. Y esa falta de entrenamiento específico tiene su efecto en la memoria, aunque no tiene por qué ser necesariamente negativo, porque esa pérdida de la capacidad para recordar números se compensa con la memoria para saber dónde y cómo los tenemos que ir a buscar» (Juan Álvarez-Linera, jefe de Neuroimagen de la Fundación Centro de Investigación en Enfermedades Neurológicas).
Y lo peor de todo es que ambas corrientes podrían estar en lo cierto (o quizá ninguna) porque me temo que hablamos todavía de intuiciones. No tenemos aún la perspectiva necesaria para conocer con exactitud ni qué cambios se están desarrollando en nuestros cerebros y, consecuentemente en nuestros, comportamientos ni si estos son negativos, positivos o neutros.
Porque como afirma Jeff Jarvis, aún no hemos visto nada.
O sí… pero aún no lo suficiente.
Enlaces relacionados:
  • Más información, menos conocimiento. Mario Vargas Llosa [Enlace ya no disponible]
  • Google ya es parte de tu memoria. Emilio de Benito [Enlace ya no disponible]
Y en este mismo blog:
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