En el entorno laboral suele primar la tiranía del cronómetro.
Y en España, al menos en esto, somos unos aventajados.
Mucho antes de la obligación legal del control horario, había muy pocas organizaciones que no tuvieran un sistema para conocer (controlar) la presencia de sus empleados en el lugar de trabajo.
No ya de medir su rendimiento y resultados, analizar su motivación y favorecerla, conocer su implicación en la empresa… Eso ya exige algo más que un simple sistema de fichaje.
Pero se conseguía el objetivo de controlar que estaban determinado número de horas, en determinado lugar, haciendo no se sabe muy bien qué (eso no solía quedar registrado).
Este látigo no solo golpea al empleado, que corre a fichar en cuanto llega a la oficina y tiene que justificar cada minuto perdido, sino que afecta directamente a la productividad de la empresa.
Digamos todos juntos: un mayor número de horas trabajadas no implica una mayor productividad, ni mejores resultados.
Digamos todos juntos: un mayor número de horas trabajadas no implica una mayor productividad, ni mejores resultados Share on XEs más, el efecto suele ser el contrario. Especialmente en labores que requieren creatividad, no son mecánicas y, a menudo, exigen resolver problemas diferentes cada día.
Trabajar menos (con un límite ) y en mejores condiciones casi siempre lleva aparejado un aumento de la productividad.
Tan sencillo como fácil de entender.
Nos permite conciliar, disfrutar del ocio, ser mejores personas…
De ahí, las enormes oportunidades que nos ofrecen las nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial, no para aumentar indefinidamente nuestra jornada laboral [ojo con la (des)conexión digital] sino para trabajar menos y, si es posible, mejor.
La presencialidad, aún tan demandada en los habitualmente tradicionales entornos laborales, debería dejar paso a la libertad de horarios.
Trabajar por proyectos, en objetivos concretos, debería estar muy por encima de controles e imposiciones.
Por eso, no solo es factible, sino que parece una evolución social lógica la reducción de la jornada laboral diaria, del número de días a la semana que se trabaja, de acudir a un determinado y previamente establecido sitio físico a realizar determinadas labores, a las mismas horas que el resto de compañeros…
Al final, deberíamos responder a la pregunta sobre qué queremos realmente en nuestra empresa, en nuestro entorno laboral.
Dependiendo de la respuesta, corremos el riesgo de hacer buena la frase de Edward De Bono: El cerebro es un órgano maravilloso. Empieza a trabajar cuando te levantas y solo se para cuando entras a trabajar.
Artículo inspirado en A better argument for working less
Fotografía: Pexels