Cuanto más injusta es una organización, más teme a las filtraciones y más paranoicos se muestran sus dirigentes.
La censura desvela los puntos débiles, las grietas por donde liberar más información.
Para defenderse, la organización limitará o cerrará sus comunicaciones.
Si los gestores de los secretos no comparten secretos, siquiera con sus colaboradores, no pueden vigilar el entorno, responder a las amenazas ni adaptarse a los cambios.
Cuanto más opacos, más vulnerables.
Si impiden que circulen materias reservadas, no pueden recibir ayuda.
Finalmente, y si todo va bien –para los de abajo–, esa organización colapsará; surgirán otras más transparentes que, con mayor capacidad de adaptación, competirán ventajosamente.
Las lecturas que se pueden realizar de esta visión son múltiples, pero deberían mover ineludiblemente a la reflexión (y a la acción) en ámbitos como la política o las administraciones públicas.
Y la comunicación, si existe una actitud previa favorable, debe ser la llave que arroje luz a las sombras y transparencia a la opacidad.
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Extracto del artículo De Indymedia a Wikileaks y de Chiapas al Cuarto Poder en Red, Víctor Sampedro Blanc, en la siempre recomendable revista Telos
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Fuente de la imagen: Freedigitalphotos