Lejos de la idea, aún vigente, de la comunicación interna como un añadido, casi altruista, a la gestión de las organizaciones, su necesidad no ha dejado de crecer en los últimos años.
La pandemia fue un enorme toque de atención que reveló la urgencia de contar con planes de comunicación interna en las empresas.
Los empleados pueden convertirse en auténticos embajadores de la marca, que otorgan credibilidad y muestran los valores de la empresa, generan confianza y, en último término, permiten mejorar los resultados económicos.
Porque, ¿dónde acudimos cuando queremos comprar un producto o contratar un servicio?
Básicamente, a opiniones de otras personas que nos ofrezcan credibilidad, en las que podamos confiar.
Y no hay nadie que sepa más sobre tu marca, la forma en la que se trabaja, la esencia de la organización… que los propios empleados.
No es sencillo. La empresa debe creer, para ser digna de confianza, y facilitar las herramientas (medios, formación, incentivos…) para detectar a esos líderes internos que facilitarán notablemente la tarea.
Escucharlos, valorar sus necesidades y ofrecerles un espacio propio, en el que se sientan cómodos.
En definitiva, plantar la semilla, cuidarla y regarla con mimo y aprovechar cada brote para que la planta coja fuerza.
Hoy en día, además, la tecnología nos ayuda mucho: contenidos personalizados, a través de diferentes canales, escucha permanente, encuestas y análisis del clima laboral siempre disponibles…
La motivación, el compromiso, los valores compartidos son cada día más tangibles, y valiosos.
Nuestra imagen pública, la notoriedad y la reputación de la marca, el talento… cada vez dependen más de un plan de comunicación interna.
El éxito no está garantizado.
Ignorarlo, sin embargo, nos condena al fracaso.
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Ilustración: Freepik