Una guía para no tomarte la vida tan en serio
Imagina que acabas de hacer una brillante presentación en el trabajo. Te llueven los elogios. Empiezas a creerte una mezcla entre Steve Jobs y Churchill, pero al día siguiente, en otra reunión, apenas logras articular dos frases seguidas sin parecer que estás recitando el menú de un restaurante chino. ¿Qué ha pasado? ¿Se ha evaporado tu talento de la noche a la mañana? No. Simplemente, te ha alcanzado la regresión a la media.
Este fenómeno, tan fascinante como frustrante, explica que cuando experimentamos algo fuera de lo común (bueno o malo), la siguiente vez será mucho más cercana a la norma. Vamos, que si un día juegas al tenis como Nadal, lo normal es que al siguiente parezcas un niño de cinco años.
Y es que, como bien explica Leonald Mlodinow en El andar del borracho, el éxito y el fracaso no dependen solo de la habilidad y el esfuerzo, sino también de un factor incontrolable: la suerte.
El éxito y el fracaso no dependen solo de la habilidad y el esfuerzo, sino también de un factor incontrolable: la suerte Compartir en X🎩 La magia de la aleatoriedad… y nuestras ganas de ignorarla
Nos encanta encontrar patrones y explicaciones donde no los hay. En la política, en la economía, en los deportes… tendemos a convertir el azar en narrativa.
Si un líder empresarial triunfa, asumimos que es un genio visionario. Si fracasa, lo tildamos de incompetente. Pero, como dijo el productor cinematográfico David Picker: «Si hubiera dicho sí a todos los proyectos que rechacé y no a todos los que acepté, habría ocurrido lo mismo».
Es decir, la suerte y la aleatoriedad juegan un papel más grande de lo que nos gustaría admitir.
Un ejemplo clásico es la falacia del jugador: creer que después de perder varias veces en la ruleta ya toca ganar, o pensar que si un deportista está en racha es porque ha desbloqueado algún tipo de superpoder. En realidad, las rachas son inevitables en secuencias aleatorias, pero no significan nada especial.
Lo mismo ocurre con la falacia de la mano caliente, que nos hace creer que un jugador que ha encestado varios tiros seguidos está imparable. No solo no lo está sino que lo más probable es que falle pronto. El problema es que confundimos la aleatoriedad con habilidad pura, y eso nos lleva a cometer errores de juicio.
🧠 Nuestro cerebro, ese gran narrador de cuentos
Nuestro deseo de control es tan fuerte que a menudo reescribimos la historia para que tenga sentido. Kahneman y Tversky demostraron que, además de ser impredecibles, los humanos somos irracionales. Creemos que los errores del pasado se deben a la incompetencia, cuando en realidad muchas veces fueron simplemente el resultado de factores aleatorios.
Esta necesidad de causalidad también nos lleva a sobrevalorar a los ricos y famosos. Como señala Mlodinow, «automáticamente respetamos a políticos, actores y magnates, como si sus logros reflejaran cualidades únicas no compartidas por los simples mortales que vuelan en clase turista».
Nos encanta pensar que el éxito es consecuencia directa del talento, pero la realidad es que hay miles de personas igual de talentosas que nunca alcanzan la fama porque la suerte no estuvo de su lado. [A veces existe muy poca diferencia en la capacidad entre una persona extremadamente exitosa y una que no es tan exitosa, donde sí existe una gran diferencia es en la forma en cómo los vemos].
Con frecuencia, la diferencia entre ser muy inteligente y ser muy tonto es muy pequeña, Amos Tversky, en Deshaciendo errores
Omitimos los efectos de la aleatoriedad en la vida porque, cuando valoramos el mundo, tendemos a ver lo que esperamos ver.
🎢 La vida es un juego de azar, así que disfrútalo
El físico Max Born decía que «el azar es un concepto más fundamental que la causalidad». Es decir, por mucho que queramos pensar lo contrario, la vida es una especie de lotería cósmica. Thomas Watson, expresidente de IBM, recomendaba: «si quieres tener éxito, dobla tu índice de fracasos», mientras que Edison nos recordaba que mucha gente se rinde justo antes de lograrlo.
Lo importante no es obsesionarse con cada éxito o fracaso como si fueran sentencias definitivas. Al final, el talento ayuda, pero sin suerte, hasta el más brillante puede quedarse en la sombra. Y viceversa: hay mediocres que han triunfado solo por estar en el lugar y momento adecuados.
Así que la próxima vez que te toque un éxito inesperado, disfrútalo, pero no te creas un semidiós. Y si fracasas estrepitosamente, no te preocupes demasiado. Probablemente, solo sea una mala tirada de dados en el gran casino de la vida.
En definitiva, la aptitud no garantiza el logro, y tampoco el logro es proporcional a la aptitud. Por tanto, es importante siempre tener en mente el otro término de la ecuación: el papel de la suerte.
La aptitud no garantiza el logro, y tampoco el logro es proporcional a la aptitud. Por tanto, es importante siempre tener en mente el otro término de la ecuación: el papel de la suerte. Compartir en X