Comunicación y persuasión. El poder de una buena historia

Asistí el pasado martes a la segunda jornada del II Congreso Internacional de la Felicidad, organizado por el Instituto Coca-Cola de la Felicidad y fue todo un descubrimiento.
La organización, como cabía esperar, fue casi impecable y la apuesta de Coca-Cola por asociar su marca a valores y sentimientos ajenos al propio producto en el que basa su negocio, un nuevo éxito.
Al margen del contenido, de lo que se habló, de las pistas que se ofrecieron para todos los que estamos interesados en la felicidad con mayúsculas y lo que supone, me gustaría detenerme en la forma, en cómo se comunicaron estos contenidos. 
El nivel de persuasión y la capacidad de influencia que mostraron la mayor parte de los ponentes fueron, en mi opinión,extraordinarios ¿Por qué?
  •  La carga emotiva fue mucho mayor que la racional.
  • Cada intervención se convirtió en un pequeño relato, una historia que bien se podía haber contado en una reunión informal y reducida, casi al oído de cada uno de los asistentes.
  • Este relato se basaba en experiencias personales, alejadas de estudios científicos, estadísticas y números. Se citaban a personas con nombre y apellidos que otorgaban credibilidad al mensaje y al ponente.
  • Las intervenciones no sobrepasaron nunca el tiempo establecido, una hora como máximo; en algunos casos, apenas 30 minutos.
Hubo lógicamente, como corresponde a la naturaleza humana por mucho que nos empeñemos en lo contrario, pequeños errores, deslices y equivocaciones. Pero ¿quién se acuerda de ellos?
De acuerdo con los fundamentalistas de la comunicación:
 
  • No se debe leer una intervención (ya quisieran el 99% de los políticos españoles declamar como lo hizo Sor Lucía Caram y resultar un 10% de convincentes y creíbles).
  • Ni consultar el móvil, como hizo Jaume Sanllorente para permitirnos, al menos, secarnos las lágrimas, tras su descripción del infierno que viven miles de niños en la India. Ahora afortunadamente algunos menos gracias a su iniciativa de Sonrisas de Bombay.
  • Ni manejar unas diapositivas tan poco trabajadas, en el plano técnico, como las que utilizó Rafael Matesanz y que escondían, sin embargo, un auténtico tesoro.
El éxito de sus intervenciones -y este no es un juicio personal sino de todas las personas con las que tuve ocasión de comentar los contenidos del congreso- se debió a que todos ellos fueron fieles a sí mismos.
Tenían una historia que contar y la compartieron, con sus grandezas y sus limitaciones.
Siguieron el consejo de Píndaro: “Sé tú mismo, atrévete”.
Si te muestras tal y como eres, siempre serás original. En este punto, eres imbatible: no hay nadie como tú.
Es importante tratar de mejorar, pulir algún defecto… pero siempre con una perspectiva de objetivos asumibles, reales.
Compararnos a los demás -tratar de tener las tablas de José María Íñigo, la profesionalidad de Antonio San José o el saber enciclopédico de Javier Sádaba– no solo nos hace perder nuestra esencia sino que nos aboca al fracaso (léase, a la infelicidad ;-).
Así que menos corsés, menos obsesión por el detalle y por la búsqueda de la perfección y más pasión por lo que hacemos y por lo que somos.
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2 Comentarios

  • Anonymous
    Posted 15 abril 2012 13:12

    Luis Miguel, como siempre, muy buenas ideas.
    Revista de Castilla y León
    http://www.revcyl.com

  • Luis Miguel Díaz-Meco
    Posted 15 abril 2012 15:21

    Muchas gracias por el comentario y, cómo no, por las flores.

    Un saludo!

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