La conclusión es sencilla: existen una serie de reglas probadas durante mucho tiempo, en empresas de diferentes tamaños, sectores y mercados, para construir un entorno laboral agradable, donde:

  • Se valoran y apoyan como una riqueza las diferencias individuales.
  • Se apuesta por la transparencia; la información no se oculta, fluye.
  • Se ofrece valor a los empleados, no solo se obtiene de ellos; y hace que los buenos sean mejores.
  • El trabajo es, en sí, gratificante.
  • No hay reglas estúpidas.

Esta es también la conclusión de un estudio realizado por dos profesores de la London Business School y el Instituto de Empresa, durante tres años con entrevistas a cientos de responsables empresariales de todo el mundo.

[Puedes consultar sus principales conclusiones -con ejemplos concretos de empresas como McDonald’s, LVMH, BMW o Rabobank- en el primero de los enlaces que aparecen al pie de este artículo].

No se trata de altruismo o filantropía, se trata de productividad, rentabilidad económica y crecimiento empresarial.

Determinados valores, transmitidos adecuadamente a través de una buena gestión de la comunicación, permiten a las empresas generar un clima idóneo para que el talento florezca, el conocimiento se comparta y la empresa cumpla sus objetivos hacia dentro (con el bienestar de sus empleados y la obtención de determinados resultados económicos) y hacia fuera (con la satisfacción de sus clientes).

Grandes errores y claves para corregirlos

Falta de comunicación. Ahora más que nunca, la sinceridad es un valor innegociable. Mejor que seas tú quien cuente lo que ocurre en tu empresa a que lo hagan otros.

En una época como la actual, donde el cambio continuo es la tendencia, los empleados necesitan saber qué ocurre y cómo encajan ellos en ese cambio.

Como afirma Paul Holmes, vivimos en la era de la transparencia radical, a pesar de las enormes resistencias y barreras que existen aún en las organizaciones para aceptar esta situación.

La colaboración, la delegación de responsabilidades y la confianza son claves para cambiar las actuales estructuras jerárquicas de las empresas por otras en las que prime el qué (se hace, se obtiene, se ofrece…) en lugar del quién.

En definitiva

  • Todo el mundo quiere realizar su trabajo de la mejor manera posible.
  • Sentirse partícipe de un proyecto que marque la diferencia.
  • En un entorno en el que se apueste por la fortalezas, también personales, y no las debilidades.
  • En una organización coherente, honesta y abierta.

Y en lugar de esto, solemos encontrarnos con empresas:

  • Que alienan, explotan, controlan y homogeneizan.
  • Donde la burocracia se impone a las nuevas tecnologías.
  • La jerarquía es mucho más importante que los resultados.
  • La información es un bien casi secreto.

Y tú, ¿perteneces al primer o al segundo grupo?, ¿formas parte de una organización tradicional, en el peor sentido de la palabra, o eres de los afortunados?

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Fuente de las ilustraciones: Freepik

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