La guerra es un 90% cuestión de información, Napoleón Bonaparte

La sobreinformación que vivimos amenaza con provocar una intensa desinformación. Paradojas del mundo que nos ha tocado vivir.

La sobreinformación que vivimos amenaza con provocar una intensa desinformación. Paradojas del mundo que nos ha tocado vivir. Share on X

Lo estamos viendo con la pandemia del coronavirus.

La información estadística al minuto no hace ningún favor, a nadie. Satura, inquieta, desconcierta, provocar temor…, resulta contraproducente, en definitiva.

La información necesita contexto. Los datos precisan un ecosistema en el que insertarse y resultar útiles.

La información necesita contexto. Los datos precisan un ecosistema en el que insertarse y resultar útiles. Y ahí es donde la #comunicación se hace imprescindible Share on X

Si no, generamos exactamente el efecto contrario.

De hecho, en una de sus recomendaciones la Organización Mundial de la Salud (OMS) a través de su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha citado: “no leer o escuchar muchas noticias si le generan angustia y siempre de fuentes fiables”.

Es mucho más sencillo, sin embargo, organizar de forma continuada una rueda de resultados, como si de un partido de fútbol se tratase, con los afectados, fallecidos y recuperados, al minuto.

Ofrecer información de calidad con expertos técnicos en diferentes áreas sobre el origen, desarrollo, medidas necesarias, posible evolución… de la pandemia es mucho más complicado. Requiere expertos -y no suele haber tantos, pese a lo que vemos estos días en los medios.

Y un compromiso por la profesión y, sobre todo, por los ciudadanos.

Como comentaba recientemente Gonzalo Álvarez Marañón: “O dices algo positivo sobre el coronavirus o te callas, que para sobreinformar y desinformar creando alarma social ya están los medios tradicionales”

Completamente de acuerdo, en tiempos de sobreinformación conviene desconectar, de esos grupos de WhatsApp absolutamente nocivos, de esos conocidos tóxicos, de esos contenidos que se hacen virales precisamente porque agitan los sentimientos más básicos de la naturaleza humana…

No es algo nuevo, ni original. Ya en 2011 un grupo de expertos -en sus conclusiones sobre cómo se había gestionado la gripe A– indicó que “un exceso de celo (…) generó un innecesario estado de pánico social” y que había faltado una asesoría específica en ciencias sociales, entre ellas, en comunicación, “cuyo asesoramiento habría ayudado a enfocar mejor la respuesta a la crisis”.

No terminamos de aprender.


Fuente de la imagen: Unsplash

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