- Escucha. Presta atención a lo que nos dicen. Concéntrate en cada conversación y ofrece el interés que se merece tu interlocutor.
Cómo detectar si realmente escuchamos: ¿nos concentramos en el contenido o estamos más pendientes de ir pensando mentalmente la respuesta a lo que nos comentan? o, peor aún, ¿finalizamos frases ajenas antes de que la otra persona haya concluido?
- No te quejes. Aléjate de las quejas y las críticas que solo permiten centrarnos en lo negativo. Como dijo Randy Pausch: “No podemos cambiar las cartas que nos reparten, pero sí cómo jugamos nuestra mano”.
- Sé amable. Toda persona responde infinitamente a un reconocimiento que a una crítica y, precisamente por eso, nos empeñamos en hacer lo contrario.
La empatía es la condición básica para que cualquier comunicación funcione. Recuerda que una sonrisa sincera, un abrazo, una palabra amable tiene efectos mucho más positivos que todo un tratado de comunicación.
- Sé respetuoso con tu interlocutor y con su tiempo. Ve al grano y apuesta por principios eternos: brevedad, claridad y sencillez, tanto en tus conversaciones como en tus comunicaciones escritas.
Qué decir de las reuniones. Básicamente que deberían celebrarse solo cuando su convocatoria sea suficientemente importante, haya sido preparada por todos los presentes y se haya especificado duración y propósito a alcanzar. Si no, quizá es necesario plantearse no acudir. Y por supuesto, nada de interrupciones.