Un pesimista es un imbécil antipático y un optimista, un imbécil simpático. PORQUE NINGUNO DE LOS DOS SABE LO QUE VA A PASAR, Bertrand Russell

En mi caso, optimista por voluntad, vivo ilusionado pero sin hacerme demasiadas ilusiones, parafraseando al poeta Juan Gil-Albert.

Y sinceramente no creo que una experiencia tan traumática como la que estamos viviendo nos vaya a cambiar. De hecho, parece que ya hay evidencias de que en algunos ámbitos los cambios no terminan de fraguar.

Y sin embargo, vemos cómo empresas y profesionales parecen haberse lanzado en cascada a anticipar escenarios y prever futuros, siempre con un sesgo -a mi juicio- excesivo de optimismo.

Y en el ámbito de la comunicación, ya ni hablamos. Todo es luz, color y alegría

Existe una indudable inercia, desde hace ya varios años, en favor del entorno digital.

La digitalización de innumerables procesos ya es posible. El problema siguen siendo las mentes, no la tecnología.

Pero no conviene engañarse, si (casi) nadie fue capaz de anticipar la actual crisis que vivimos, ¿por qué íbamos a ser capaces ahora de anticipar cómo saldremos de la misma?

Si queremos mejorar el modo en el que nos comunicamos, comencemos a cambiar el modo en el que lo hacemos individualmente, con aspectos que tienen que ver con el sentido crítico, la selección de contenidos de fuentes fiables, la elección de qué y a quién los compartimos…

Porque al final,

La perspectiva optimista más provechosa en situaciones de riesgo es la que nos induce a esperar lo mejor y a prepararnos para lo peor, Luis Rojas Marcos


Fuente de la imagen: Freepick

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