El hecho de que los políticos se consoliden en la percepción de la sociedad como el tercer mayor problema en España, máxime en unos tiempos como los actuales, debería suscitar una profunda reflexión y, sobre todo, generar alternativas de todo tipo que, sin embargo, sólo aparecen con cuentagotas y con escasa repercusión.
En este sentido son reseñables y dignas de apoyo iniciativas como la de actuable, un portal que favorece la movilización ciudadana «para pedir a gobiernos y empresas que actúen para cambiar el mundo».
En su portada se recoge la iniciativa en favor de una reforma de la ley electoral que impulse el principio de una persona, un voto; algo absolutamente razonable y que el autor de este blog descubrió en la bitácora Comunicación se llama el juego, una referencia absolutamente recomendable, de Pablo Herreros.
En esta misma línea -de dejarnos guiar por el sentido común, abandonar prejuicios y comenzar a luchar por aquello en lo que creemos y que puede permitir una evolución de la sociedad hacia niveles de democracia y representación reales que actualmente no tenemos- leía en el blog de Esperanza Cambuj una reflexión relativa a las marcas blancas que me llevó a trasladarla al ámbito político.
¿Por qué no se aprueban las listas abiertas? ¿Por qué no se permite que personas a título individual se presenten como candidatos a las instancias políticas cuando, sobre todo en el ámbito municipal, gozarían de un aval de conocimiento y prestigio del que no disfrutan muchos de los candidatos oficiales?
Seguro que todos tenemos propuestas similares que no vemos representadas por las estructuras políticas actuales. Quizá ha llegado el momento de comenzar a reivindicarlas para obligar a los poderes públicos a adoptarlas.
Ahora que tanto se habla de las enormes reformas que tenemos pendientes (tanto en número como en profundidad), ¿nos hemos planteado que quizá la primera y más urgente sea la política, con unos partidos modernos y democráticos que adopten un pleno modelo participativo y cuyos programas y actuaciones sean el reflejo de las demandas de los ciudadanos? Porque ese sigue siendo el objetivo de la política, ¿o no?